PROFESORA: FERNANDA
Proyecto Ogros
Continuamos y terminamos con el cuento “Juan y la planta mágica”.
Cuando estaba ya muy arriba apareció en el cielo una bandada de pájaros negros que graznaban: ¡Peligro!¡Peligro!¡Peligro!
Pero el jovencito no se dejó asustar y siguió trepando.
Las puntas de los últimos tallos asomaban entre los arboles azules, junto a la carretera gris.
Como había hecho otras veces, Juan tomó por la carretera hasta llegar a la casona. Llamó a la puerta y nuevamente la buena mujer salió a ver quién era.
Tampoco esta vez lo reconoció, porque Juan parecía un caballero rico, con su traje de terciopelo y un sombrero de ala ancha metido hasta los ojos.
-Buenas noches, caballero. -Buenas noches, señora. ¿Puede albergar por una noche a un viajero fatigado?
-La casa es grande, caballero-respondió la mujer-Pero mi marido es un gigante y una persona culta como usted sabrá lo que eso significa. Lo que ni siquiera una persona instruida como usted puede imaginarse, es lo terriblemente malo que se ha vuelto mi marido desde que le robaron su gallina y sus sacos de monedas. Más malo que nunca.
Juan le aseguró que no tenía miedo siempre que hubiese un buen lugar donde esconderse.
- ¿No tienen ustedes, por ejemplo, una caldera muy grande? -preguntó recordando lo que había visto en la casa.
-Tenemos una gran caldera-dijo la mujer-Pase si quiere….
Acababa de entrar cuando:
TUN TUN TUN
Se oyeron los fortísimos pasos de gigante y
BAM BAM BAM
Sus tremendos golpes llamando a la puerta.
Juan levantó la tapa de la caldera y se zambulló adentro de cabeza.
Cuando la mujer abrió la puerta, el gigante olió a un lado y a otro como un perro de caza y bramó:
- ¡Un, dos, tres, olor a carne de inglés!¡No me equivoco esta vez!
Antes de que la buena señora pudiese inventar una excusa miró por todos los rincones, abrió la tapa del horno, reviso la alacena y buscó debajo de la mesa. Buscó en todos lados menos dentro de la caldera.
Pero Juan muerto de miedo y su corazón latía tan fuerte que sonaba:” ¡Toc-Toc!¡Toc-Toc!¡Toc-Toc!”
- ¿Qué es ese ruido? -exclamó el gigante.
-Es el reloj y está marcando la hora de la cena-dijo la mujer.
En cuanto le nombraron la cena, el dueño de casa se sentó a la mesa.
Esa noche se comió un jabalí entero, después ordenó s su mujer que le alcanzara el arpa.
Juan levantó apenas un poquito la tapa de la caldera justamente cuando la mujer ponía sobre la mesa un arpa muy hermosa.
-Toca! -le gritó el gigante.
Y el arpa, que estaba encantada, empezó a tocar sola, sin que nadie pulsara sus cuerdas. Tocó una melodía linda y suave que arrullaba como una canción de cuna y el gigante, gracias a la música, se durmió antes que de costumbre.
Como ya todos dormían, Juan levantó la tapa de la caldera, salió sigilosamente, fue hasta la mesa y tomó el arpa. Después corrió hacia la puerta, pero el arpa, al sentirse en manos extrañas, gritó como una persona, con una voz muy aguda:
- ¡Socorro!¡Socorro!
El gigante dio un salto en su silla y se despertó a tiempo para ver a Juan que escapaba.
- ¡Ah, pícaro, ya sé quién eres! -le gritó-Tú me robaste la gallina de los huevos de oro y también los sacos de dinero. ¡Pero hoy yo te agarro y te como con sombrero y todo!
Juan corrió a todo lo que daba por la carretera con el gigante pisándole los talones. Corrió como loco sin soltar el arpa, a pesar de que esta le indicaba a su amo por dónde iban:
-Por aquí!¡Por
Al llegar a la planta de habas, se deslizo por el tallo, rapidísimo.
¡Poco después también el aquííííííí! gigante bajaba por la planta, pero Juan la llevaba una buena ventaja y era ágil como una langosta.
Siguió bajando y bajando mientras el arpa dejaba oír la melodía más triste que sabían tocar sus cuerdas.
El gigante también continúo bajando y bajando, pero como no estaba muy práctico andar por los tallos de las habas se cuidaba mucho para no dar un paso en falso.
Por fin, Juan llegó a tierra.
- ¡Madre! -gritó enseguida _ ¡Un hacha!¡Pronto, traiga un hacha!
Después empuño el hacha y descargó hachazo tras hachazo en el tronco de la planta de habas, hasta que partió los tallos.
Entonces el gigante cayó a tierra como un plomo y allí se quedó, muerto.
El arpa siguió sonando, pero ya no para el gigante sino para Juan:
Si el gigante se acabó
Y a la tierra vine yo
Si tú me quieres a mí
Yo sonaré para ti.
Juan tuvo todo lo quiso y vivió feliz desde entonces.
No pudo volver a trepar por la planta de habas porque el tallo que quedó en pie se secó completamente. Y como nadie guardó ni una sola semilla, no volvió a crecer ni allí ni en ninguna parte del mundo.
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Actividad
Hacé una
lista con las características que tiene el gigante.
Por
ejemplo:
Come un
jabalí entero
Le gusta la
música, el arpa
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